Un museo arqueológico debe encontrar el delicado equilibrio entre la conservación del patrimonio expuesto y su divulgación al público. Un museo de sitio, como el de Paracas, adquiere el desafío adicional de tener que integrarse al paisaje que fue cuna de esta cultura, que hoy forma parte de la reserva biológica y paisajística más importante del desierto costero peruano.